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Sugerencias para la atención de pacientes con enfermedades cardiovasculares en el contexto actual

29 de septiembre - Día Mundial del Corazón.

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Los aspectos más relevantes del artículo

  • El 62% de los pacientes con COVID-19, que conformaron un estudio, había experimentado accidentes cerebrovasculares y hemorragias.
  • No todos los pacientes con estos síntomas habían desarrollado una COVID-19 grave.
  • De hecho, algunos de los más afectados habían tenido dificultades respiratorias leves.
  • Las complicaciones menos comunes incluyen daño a los nervios periféricos y trastorno de estrés postraumático.

Aunque el SARS-CoV-2 puede afectar a las personas de manera casi universal, aquellas con enfermedades cardiovasculares (ECV), diabetes o hipertensión arterial, constituyen un grupo de riesgo.

Debido a ello, durante el contexto actual de pandemia y a propósito de que hoy se conmemora el Día Mundial del Corazón, es importante tener en cuenta algunas sugerencias para la atención de pacientes con enfermedades cardiovasculares.

Pero, también, es preciso alertar sobre la importancia del control de la presión arterial a pacientes que no presentan este tipo de patologías.

Atención de pacientes con enfermedades cardiovasculares en la pandemia

“En este momento, la pandemia se ha transformado en un nuevo factor de riesgo cardiovascular”, expresa el médico cardiólogo Ricardo Iglesias, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.

El doctor Iglesias explica que la situación de emergencia sanitaria ha modificado ciertos hábitos en la población. Según datos de la Sociedad Argentina de Nutrición, en los últimos meses las personas engordaron entre 3 y 5 kilos. Asimismo, han aumentado el consumo de cigarrillos en un 20%. También se ha acrecentado la ingesta de alcohol y el estilo de vida sedentario.

El especialista añade que estos comportamientos tendrán sus consecuencias a corto plazo. Y que en aquellas personas que tienen alguna cardiopatía resultan especialmente peligrosos.

“Los pacientes añosos y e hipertensos son los más propensos a desarrollar cuadros de COVID-19”, indica el doctor Iglesias. Por este motivo sostiene que es relevante que los médicos sean, también, docentes y les soliciten a sus pacientes que ante determinados síntomas como los siguientes acudan rápidamente a una guardia:

  • Dolor de pecho prolongado.
  • Pérdida de la visión, aunque sea fugaz.
  • Problemas neurológicos, como dificultades en el habla.
  • Dificultades motrices, como pérdida de fuerza en un brazo o pierna.
  • Disnea desproporcionada y no relacionada con el ejercicio.

El doctor iglesias, además, sugiere que se insista a aquellos pacientes con patologías vasculares o cardíacas para que controlen su nivel de azúcar y de coagulación y se tomen la presión regularmente. “Otro punto es que no dejen de lado la medicación. Hoy tenemos la posibilidad de la receta electrónica que facilita la adherencia a los tratamientos”, arguye el médico cardiólogo.

Desde el punto de vista del especialista, también resulta indispensable que los profesionales de la salud adviertan sobre la cantidad de noticias falsas que circulan, como por ejemplo que la ingesta de dióxido de cloro cura la COVID-19. “Se entiende que, frente a esta incertidumbre, aparezcan medidas en apariencia salvadoras pero que no están comprobadas. De este modo, es importante que se aconseje lo que está claramente demostrado y que no sea peligroso para el paciente”, subraya.

Control de los pacientes cardíacos

Según una encuesta realizada por la Sociedad Argentina de Cardiología, a comienzos de año la pandemia de COVID-19 generó una disminución de consultas, estudios diagnósticos, tratamientos e internaciones por eventos cardiovasculares, encefalovasculares y cáncer.

De acuerdo con los resultados de la encuesta, la enfermedad cardiovascular reportada como más frecuente fue la hipertensión arterial (52,1%). Entre las personas consultadas, el 42% dijo haber recibido atención médica, y el 57,9% expresó no haber podido acceder a ella. Esto se debió, en el 68,2% de los casos, al funcionamiento del sistema de salud. Mientras que el 16,4% señaló no haber asistido a la consulta por miedo a la COVID-19.

“Al principio, nuestra recomendación era que la gente no consulte por banalidades porque se necesitaba un tiempo para reorganizar los servicios, los grupos de trabajo y las guardias”, comenta el doctor Iglesias.

Pero ese mensaje, que era necesario en un primer momento, se perpetuó en el tiempo por el miedo al contagio. De esta forma, hubo un fuerte descenso de de consultas e internaciones por causas diferentes a la COVID-19. Consecuentemente, comenzaron a llegar a los centros de salud personas infartadas o con accidentes cerebrovasculares tardíos, sin consulta previa. “Pudo más el miedo al virus que la propia enfermedad cardiovascular”, indica el expresidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.

Sin embargo, expresa que esta tendencia se está revirtiendo hace dos meses: “Ha mejorado la consulta y el miedo fue mermando. No tenemos el número de consultas de otros años, pero hay más controles y más internaciones por infartos o ACV que hace unos meses”.

Estrés pandémico

El estrés, la ansiedad y la depresión tienen un fuerte impacto en los pacientes con patologías cardíacas. “Un hecho psicosocial o emotivo puede enfermar y, en este momento, estamos observando cuadros de depresión, producidos por varios motivos”, advierte el doctor Iglesias.

En este sentido, explica que el Observatorio de la Facultad de Psicología de la UBA realizó una encuesta que demostró la preocupación de la población frente a la incertidumbre de la pandemia, lo cual puede generar miedo y depresión.

“Sabemos que la depresión puede descompensar los problemas cardiovasculares. Antes de la pandemia, el 30% de los hipertensos, el 20% de los infartados y el 25% de los operados del corazón tenían depresión”, indica el especialista.

Y agrega que el aislamiento social, la falta de los afectos y la situación económica tienen repercusiones. “La crisis económica, por ejemplo, puede generar un menor cuidado de los pacientes con menos recursos. Tenemos llamadas angustiosas de pacientes por problemas que no son cardiovasculares”, manifiesta el doctor Iglesias.

Por este motivo, sugiere que se indique a los pacientes que no pierdan el contacto con sus afectos a través de diversos medios de comunicación. A aquellos que se encuentren solos se les puede aconsejar la compañía de una mascota, ya que está comprobado que esto mejora el estado de ánimo.

Control y prevención de la hipertensión desde la atención primaria

Se estima que en América Latina y el Caribe, alrededor del 80% de las personas con hipertensión no tiene un control adecuado sobre su presión arterial. Según el Estudio Epidemiológico Prospectivo Urbano Rural sobre Hipertensión (PURE, por sus siglas en inglés) realizado en Argentina, Brasil y Chile, sólo el 57% de los hipertensos conoce su condición, únicamente el 53% de ellos está bajo tratamiento, y sólo el 30% de los tratados tiene su presión arterial controlada.

En el caso particular de Argentina, el doctor Iglesias señala que un tercio de la población mayor de 18 años tiene una hipertensión por encima de los 140/90 milímetros de mercurio (mm Hg). Lo cual representa una cifra muy alta.

“La única manera que una persona tiene de saber si es hipertensa es tomarse la presión. No hay un síntoma determinante. Lo más probable es que ante una cefalea o ante una pérdida sanguínea por epistaxis se tenga dolor o miedo y la presión suba, pero no sucede al revés. Por eso, lo ideal es que las personas se tomen la presión por lo menos una vez al año”, advierte el especialista.

Y agrega que el control de la presión debería realizarse desde la infancia, pues existe una gran cantidad de niños hipertensos. “Es un control que no suele realizarse y debería llevarse a cabo, sobre todo si los padres del niño tienen hipertensión arterial”.

Dado que ciertos hábitos alimenticios tienen una injerencia importante en el aumento de la hipertensión, el doctor Iglesias señala que varios actores sociales deberían intervenir para promover una alimentación más sana. Por un lado, las escuelas, implementando kioscos saludables. Por otro lado, el Estado, dictaminando la disminución de sal en los alimentos procesados. Y, en tercer lugar, las propias personas, regulando el consumo de sal y azúcar.

 

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Fuente/s:

The Lancet Nature

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