Se destaca el proyecto de un equipo de trabajo que busca dar respuesta a una problemática sanitaria mundial.
El proyecto, planteado en conjunto con el equipo que coordina Verónica Lassalle -también investigadora del CONICET- en el Instituto de Química del Sur (INQUISUR, CONICET-UNS), apunta a aprovechar las propiedades antivirales, pero también antifúngicas y antimicrobianas, de un biopolímero conocido como quitosano.
Y así, producir materiales híbridos que permitan proteger diferentes tipos de superficies del SARS-CoV-2 y otros patógenos, haciendo que se inactiven -es decir, pierdan posibilidad de replicarse y de contagiar- al entrar en contacto con ellas.
A diferencia de desinfectantes como la lavandina, que al usarse como productos de limpieza permiten eliminar el SARS-CoV-2, lo que hacen estos materiales es cubrir o impregnarse en superficies y, así, mantenerlas protegidas.
Aunque a lo largo de mi carrera he recibido varios premios, este es especial, principalmente por dos motivos.
Por un lado, porque, aunque me lo den a mí, lo que se reconoce es un proyecto de un equipo de trabajo que busca dar respuesta a una problemática sanitaria tanto nacional como mundial.
Por otro, porque se trata de una distinción que apunta a revalorizar el lugar de las mujeres en la ciencia, lo que permite visibilizar ciertas desigualdades que frecuentemente se pasan por alto.
Hay que decir que los embarazos y la crianza de hijos e hijas siguen retrasando las carreras de gran cantidad de científicas y eso es algo que en general no se tiene en cuenta, al igual que las situaciones de violencia de género que se viven en distintas instituciones de la comunidad. Muchas veces pasan inadvertidas.
En la Argentina tenemos un número muy importante de investigadoras que no se corresponde con su baja representación en los órganos de toma de decisiones y gestión.
En este mismo sentido, un estudio publicado en febrero por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYTY) muestra que las mujeres tenemos menor acceso al financiamiento que nuestros pares varones. Son cosas sobre las que todavía hay que trabajar mucho.
La Fundación L’Oréal tiene un compromiso con las mujeres de todo el mundo, para apoyar y destacar a las que contribuyen al avance de la ciencia y así darles el lugar que se merecen.
Además, imparte formaciones en profesiones de belleza a mujeres en situación de desamparo, para apoyarlas a reinsertarse en el mundo laboral.
Por otro lado, cada año que se otorga el premio se hace una campaña publicitaria. Este año fue llamada Esteriotipas.
Es una nueva cruzada disruptiva que busca llamar la atención de la sociedad para visibilizar la desigualdad de género en el ámbito científico.
Como señala Naciones Unidas, un estereotipo de género es una opinión o un prejuicio generalizado acerca de atributos o características que varones y mujeres poseen o deberían poseer o de las funciones sociales que ambos desempeñan o deberían desempeñar.
¿Por qué elegiste esta idea para desarrollarla como investigación?
Con Verónica Lassalle, hace una década que venimos trabajando en diversos desarrollos que impliquen el aprovechamiento de este polímero biodegradable y biocompatible que se obtiene a partir de desechos de la industria pesquera, como los exoesqueletos de crustáceos que normalmente se apilan en las costas y generan desordenes ecosistémicos y un impacto ambiental negativo.
Así, la serie de proyectos que compartimos con Verónica y que involucran la producción de materiales para la remediación ambiental, aplicaciones biomédicas, bioinsumos y textiles funcionales, se insertan en lo que se conoce como economía circular.
El proyecto surge a partir de una beca doctoral que dirigimos junto a la doctora Lassalle, con quien trabajamos en colaboración desde hace más de diez años. Ambas tenemos a una becaria en común y empezamos a ver que los materiales con los que trabajábamos podían llegar a tener actividad frente al coronavirus.
Entonces, lo que hicimos fue redireccionar nuestra investigación para ofrecer una respuesta a esta necesidad de contar con medios y recursos para ayudar a cortar el contagio y frenar la circulación del virus.
No estábamos en esa línea, pero encontramos que el material en forma de gel que usábamos en la beca y en otras aplicaciones en las que trabajamos en ambos grupos tenía esas propiedades.
Así fue que adaptamos nuestra investigación para poder dar respuesta a una parte importante de la pandemia que es la prevención.
Cuando a comienzos de este año leímos artículos que hacían referencia a la capacidad del quitosano de inactivar distintos coronavirus, pensamos que podíamos aprovechar nuestra experiencia en el desarrollo de materiales en base a ese biopolímero para hacer su aporte y combatir desde cierto lugar a la pandemia.
Por eso, presentamos nuestra idea proyecto al concurso extraordinario lanzado a fines de marzo por la Agencia I+D+i con el objetivo de financiar proyectos orientados a mejorar la capacidad nacional de respuesta a la pandemia. Y resultaron seleccionadas.
Los polímeros son macromoléculas que se encuentran formadas por moléculas más pequeñas (monómeros) que se unen entre sí mediante enlaces covalentes.
Los polímeros naturales existen como tales en la naturaleza, como biomoléculas y compuestos que integran el cuerpo de los seres vivientes.
Particularmente, el polímero natural con el que trabajamos en este proyecto, el quitosano, se puede extraer fácilmente y está biodisponible de manera natural, se puede producir a nivel nacional y tiene bajo costo.
El virus se absorbe en la superficie del material, principalmente, por la compatibilidad que tiene con el polímero natural y, en esa interacción química polímero-virus, el mismo queda inactivado. La membrana del virus queda allí y no puede generar el efecto de réplica ni de contagio, es por ello que decimos que queda inactivado.
En una primera etapa, trabajamos con prendas textiles que se utilizan principalmente en clínicas y hospitales (batas de médicos, sábanas, toallas entre otros) que no fueran de un solo uso, ya que es a donde mayor exposición y más riesgos de contagio tenemos actualmente.
Posteriormente, avanzamos con el desarrollo de un spray de uso en diferentes superficies.
Primeramente, se buscó que las formulaciones antivirales en base a quitosano pudieran impregnarse a las telas –al igual que un pigmento o un colorante– sin tener que alterar el proceso de producción industrial.
Esto fue porque en principio el proyecto apuntaba al desarrollo de geles, films y recubrimientos poliméricos para la elaboración de insumos de protección para el sector sanitario.
Pero luego además se decidió incorporar el desarrollo de un spray que podría aplicarse también a otras superficies, como madera, vidrio, metal y plástico, y formar un film protector que tenga cierta perdurabilidad.
En el caso del spray, en este momento nos encontramos en reuniones para estudiar la posibilidad de transferir la tecnología a una empresa que lo pueda fabricar a gran escala y comercializar para que pueda llegar a la gente en el menor tiempo posible.
No. Más allá de la situación de pandemia actual, los posibles usos de los materiales trascienden la coyuntura, dado que muestran una importante capacidad de inhibir también bacterias, hongos y otros virus.
A lo largo del desarrollo, el proyecto fue incorporando nuevos actores, tanto del campo científico como del productivo.
Necesitamos del aporte de investigadoras y becarias de otros organismos científicos con capacidades que nosotros no tenemos -como el Centro de Investigación Veterinaria de Tandil (CIVETAN, CONICET-UNCPBA-CICPBA), el Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca (INIBIBB, CONICET-UNS) y el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Biotecnología (INBIOTEC, CONICET)-, en los que se pusieron a prueba las propiedades antivirales, antimicrobianas y anti fúngicas de los materiales.
Los ensayos para poner a prueba la capacidad de los materiales desarrollados para inactivar coronavirus (específicamente coronavirus bovino) fueron realizados en el CIVETAN.
De todas formas, también se hizo un acuerdo con el ANLIS Malbrán para testearlos en SARS-CoV-2.
Mientas los ensayos con herpes bovino tuvieron lugar en el CIVETAN, las pruebas con el herpes humano, al igual que las pruebas de bioseguridad, se desarrollaron en el INIBBB.
Por otro lado, la actividad antifúngica y antimicrobiana de los materiales fue testada en el INBIOTEC.
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