El proyecto está aún en fase investigativa, pero podría aumentar el número de donaciones efectivas en un 20%.
A la falta de donantes de corazón (hay 1 millón 500 mil pacientes en lista de espera en el mundo) hay que sumarle otro problema que está lejos de tener solución: el 70% de los corazones donados se descartan.
Las razones son varias, pero la más importante es el tiempo transcurrido después de la ablación hasta que llega a su destinario final. Después de 8 horas de preservación en hipotermia, el órgano, por mucho que cueste, debe ser desechado si no encuentra un receptor, si el receptor no está cerca, o si el corazón se encuentra dentro de la categoría de los “marginales”, es decir, que no cumple con determinadas características para completar el procedimiento (tamaño, edad, enfermedades del donante como diabetes o hipertensión).
Pero un médico argentino parece haber encontrado la solución al problema. El Dr. Ignacio Berra, médico cirujano cardiovascular del Hospital de Pediatría Garrahan, ideó un dispositivo que “salva” el corazón “desechable” o “desechado” y que pudiese darle una segunda oportunidad de vida a un niño (aunque también podría ser beneficioso para adultos, pero el foco de este proyecto es el paciente pediátrico).
A través de la perfusión ex-vivo de corazón en normotermia, podría utilizarse el 15% de los órganos que se desechan, evitando su deterioro, expandiendo su tiempo, distancia de traslado, y permitiendo la evaluación de viabilidad hasta el último momento. Además, el trasplante de mitocondrias permitiría mejorar la función del corazón.
El Dr. Berra explicó a Radio Uno que el dispositivo, ganador junto a la empresa Lew Argentina del Premio Innovar 2017, funciona de la siguiente forma: una vez realizada la ablación, se coloca el órgano en el dispositivo para que reciba, a través de las coronarias, sangre con oxígeno del propio donante, a tempertura corporal, con la misma identidad imunológica y con todos sus nutrientes. Como si tuviese pulso y siguiese dentro del cuerpo. Esta sangre viene a temperatura corporal y con oxígeno y con nutrientes. “De esta manera se puede mantener el corazón latiendo fuera del cuerpo del donante por más horas para evaluar si es factible de ser trasplantado”.
Una ventaja de esta técnica es que el corazón no dejará de latir dentro del dispositivo. Caso contrario ocurre con la dinámica tradicional, pues al preservarse con hipotermia se detiene. Este proyecto de investigación pretende que el corazón pueda seguir siendo evaluado por el equipo médico hasta minutos antes del implante, resguardando por más tiempo los órganos “marginales” hasta encontrar un receptor que cumpla con los requerimientos para su trasplante. La meta es que extienda el tiempo de 6 u 8 horas a 12 horas para su evaluación e implantación.
Aunque el equipo de trabajo está liderado por un médico, participan también en el proyecto ingenieros y diseñadores industriales, y además del patrocinio de la empresa privada Lew Argentina, está el apoyo del Hospital de Pediatría Garraham. Las conversaciones con el Ministerio de Salud ya han sido adelantadas con el fin de que el dispositivo, aún sin nombre, pueda ser una salvación para los niños argentinos que lo requieran.
En Argentina, anualmente se trasplanta un promedio de 100 corazones, pero apenas el 12% de ese total son trasplantes en pediatría. Un 20% de pacientes en lista de espera, que cada vez es más larga, muere sin recibir la donación de un corazón.
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