Un estudio publicado recientemente en la revista Scientific Report centró su atención en los efectos que el estrés puede ocasionar en los cerebros de niños y adolescentes. De acuerdo con los resultados de esta investigación, las causas del estrés y la etapa en la que se manifieste puede generar consecuencias casi opuestas entre cada grupo.

La investigación fue desarrollada por un equipo de la Universidad Radboud Nijmegen en los Países Bajos, y reveló que experimentar el estrés traumático durante la primera infancia puede acelerar la maduración en ciertas partes del cerebro cuando el paciente alcanza la adolescencia. En cambio, el estrés padecido más tarde, durante la adolescencia, ocasiona una maduración más lenta del cerebro de los jóvenes.

Para obtener estos resultados, los investigadores monitorearon durante 20 años a 37 pacientes. El primer examen se llevó a cabo en 1998, con una muestra que para entonces estaba integrada por 127 niños de un año y sus padres, pero el grupo se fue reduciendo con el tiempo. Durante las dos décadas, dirigieron la atención a “dos tipos de eventos estresantes negativos de la vida y las influencias negativas del entorno social, en dos etapas de la vida de sus sujetos: la primera infancia (0-5 años) y la adolescencia (14-17 años)”.

Para esto, quienes llevaron adelante este proyecto estudiaron las sesiones de juego e interacciones con los padres, amigos y compañeros de clase en cada uno de los niños de la muestra; además, les realizaron resonancias magnéticas para poder comparar los niveles de estrés con la maduración de la corteza prefrontal, la amígdala y el hipocampo.

Karin Roelofs, profesora de psicopatología experimental y su estudiante Anna Tyborowska estuvieron a la cabeza de esta investigación. Según detallan, experiencias negativas y estresantes vividas durante la infancia, como un accidente, una enfermedad, la muerte de un ser querido o el divorcio de los padres, estaría relacionado con “una maduración más rápida de la corteza prefrontal y la amígdala en la adolescencia”.

En contraste, el estrés resultante de un entorno social negativo durante la adolescencia (causado por ejemplo por casos de bullying), guardaría relación con “una maduración más lenta del hipocampo del área cerebral y otra parte de la corteza prefrontal”. De acuerdo con Tyborowska, “lo que hace que esto sea interesante es que un efecto más fuerte del estrés sobre el cerebro también aumenta el riesgo de desarrollar rasgos de personalidad antisociales“.

Sobre el tema de los niños, la investigadora asegura en la revista que estos resultados resultan lógicos con lo que se conoce hasta ahora como parte del proceso evolutivo pero, no necesariamente representa un factor positivo, porque puede hacerlos menos flexibles a los cambios durante su vida adulta. La experta lo detalla de esta forma: “el hecho de que el estrés en la primera infancia acelera el proceso de maduración durante la adolescencia es consistente con las teorías de la biología evolutiva (…) desde una perspectiva evolutiva, es útil madurar más rápido si creces en un ambiente estresante. Sin embargo, también evita que el cerebro se adapte al entorno actual de una manera flexible”.

Para verificar los resultados de la investigación, los científicos realizaron pruebas con modelos animales que confirmaron la hipótesis. Al respecto, Tyborowska declaró: “desafortunadamente, en este estudio no podemos decir con certeza que el estrés causa estos efectos. Sin embargo, con base en estudios con animales podemos suponer que estos mecanismos son causales”.

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